sábado, 1 de febrero de 2014

Las cenizas de mamá


Tuve que mentirle, Sofía. Es que no hay modo de que lo entienda. Ya te dije, le dio mil vueltas al asunto, insistía en venir. Y no podemos dejar que venga ahora, con lo que pasó. Además, este apuro de golpe, después de tantos años de no venir. No sé vos qué pensás. Le dije que estaba con mucho trabajo, que no daba. Y que además Buenos Aires en enero es terrible, el calor es infernal. No me molesta el calor dijo. Tu hermano nunca soporta que yo le diga que no, desde chiquito. Que vos no estabas para visitas, que tenías mucho que estudiar y trabajar, que los exámenes te ponían mal  y te agarraba la anorexia esa que no comés nada, vos sabés que es verdad. Nada probás. No me discutas vos ahora que te estoy contando. El insistía y la verdad es que no pueden venir. No hay modo de que entiendan, ni él ni su mujer. ¿Vos no lo entendés tampoco? ¿O sí?

¿Y entonces para qué seguís insistiendo que les cuente? No podemos contarles la verdad sobre mamá. Pero si viste como es tu hermano. Todo perfecto. No entiende que acá es distinto, que no tenemos aire acondicionado, ni tres autos, ni cuarto para huéspedes. Que acá vos y tu marido duermen en la única pieza y yo en el living con los animales. Que lo único que falta es que ponga de excusa  a los animales, me dijo que te dijera que estás loca de tener tantos perros, y eso que no saben que tu departamento es dos ambientes y que al mío nos lo comimos hace tiempo con la enfermedad.  Y tampoco saben de tu gata, la que te regaló Rodríguez. Todo lo que yo les digo les parece ridículo. Al fin y al cabo lo que él quiere es ver las cenizas de mamá. Hubieran venido cuando murió y se acababa el problema. Pero no vinieron.

Mi hijo con sus aires de grandeza. Eliseo mi hijo que no me quiere, porque tu hermano nunca me quiso, lo sabés. Claro, él tiene su vida allá en Miami, se va de paseo por el Coconut Grove, o se va a Key West, como cuando fuiste a ver la casa de Heminguay  con él y con mamá –que todavía estaba viva- y volviste como loca, feliz de que Heminguay como vos tuviera animales y una casa en cada pueblo (eso vos no tenés pero querés) y su escritorio y esos jardines. Ellos no entienden nada, hablan hasta por los codos y no escuchan.
Le cayó la ficha de la muerte de mamá a tu hermano, ya sé, tenés razón. Pero bueno, ellos no estaban acá cuando mamá más los necesitó. Vos estabas, vos traías, llevabas, acompañabas. Vos, tu marido y hasta  tu “amigo” Rodríguez estuvo.
Pero él no entiende que pasó el tiempo, que vos ya sos grande, que estás casada, que laburás, que estudiás y hacés tus cosas. Y que lo tenés a Rodríguez que te arrastra el ala incluso delante de tu marido, porque aunque no me lo digas yo no me chupo el dedo. Vivimos juntos, Sofía, soy viejo pero no estúpido.

Pero volviendo a Eliseo,  parece que se acordó de repente de mamá y está obsesionado con que le dijiste que ibas a cambiar la urna. Entonces le dije que vos no querías verlo... ¿Qué por qué le mentí? Qué sé yo, algo le tenía que decir.

Le repetí que no podemos, que este es un mes complicado, que mejor en otro momento, pero él me siguió jodiendo: con la urna, con vos, que cómo que estamos tan ocupados si son las vacaciones, que mejor momento no vamos a encontrar...
Le dije que yo no estaba para recibir visitas, que me disculparan, que las cosas no andaban bien. El caradura sabés lo que me dijo: ¿cuándo estuvo bien nuestra familia? Ahí me pudrí. No sabes lo qué fue la conversación, tu hermano me decía: basta, papá, basta de poner excusas tontas y que se contradicen entre sí. Pasame con Sofía.
¿Qué querías que les dijera? ¿La verdad…? ¿Te parece que le podía decir la verdad?

Que estabas en el bar con Rodríguez, arreglando lo del cambio de urna, y que entonces de pronto Rodríguez te dijo, perdón Sofía, ese no es tu auto y que vos saliste con él atrás, (eso no es raro porque Rodríguez siempre está atrás tuyo) pero que saliste pero no pudiste hacer nada. Se lo robaron al auto. ¿Eso querías que le dijera a tu hermano?
Que te fuiste a la comisaría a hacer la denuncia. Que el oficial te hizo esperar un montón, y Rodríguez ahí, como un perrito faldero, con la urna violeta,
que era el color preferido de tu vieja, no como la que elegí yo, de madera común.
Y que después de una hora en la que estarías de arrumacos con Rodríguez  el oficial te atendió, agarró su máquina de escribir, eso menos que nada me lo van a creer. Que en algunas  comisarías de acá en pleno siglo XXI no usen computadoras para las denuncias les va a parecer ciencia ficción.
Que el oficial te hizo las preguntas de rigor y luego te dijo que le listaras las pertenencias que tenías en el auto.

Y que vos, que te encantan las listas, listaste nomás:

- Un cricket
- Un auxilio mecánico
- Un bolso con libros de poesía
- Una valija con libros de cuentos
- Las cenizas de mi mamá.

No Sofía, nadie te cree cuando decís la verdad.




1 comentario:

Ana Magi dijo...

Interesante la trama y la narración. Quizá no encaja del todo el modismo y la voz para un anciano. Por momentos parece mujer y joven. Final excelente